Se hunde el sol en el azul agua del Archipiélago de Solentiname,
en el Gran Lago de Nicaragua. Pero aquí donde estoy,
La Bestia deambula una y otra vez sobre mi cuerpo tendido,
estirado como la piel de un lobo que se alarga
hasta volverse una maraña de tendones e hilos desteñidos.
A mi lado se yergue, colosal, una ceiba, vegetal ciudad para los pájaros,
gigante de clorofila que anda sobre la tierra con pies de savia,
mole corpulenta y despeinada que habla con voz de hojarasca,
como los muertos, como yo, esperando en cada estación de lluvias,
[…]
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